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Esta sección reúne, a manera de archivo, diversas reflexiones que, sobre la difícil situación que vive Grecia, he ido publicando en los últimos tiempos a la par de los hechos. Han surgido en Atenas, del contacto diario con la calle, con el abuso, con la mentira, con la pasividad, con la impotencia y con la injusticia. Afortunadamente, han encontrado eco en numerosos rincones del ciberespacio, han corrido de blog en blog, han llegado a los medios “oficiales” y, en ocasiones, han regresado en forma de pequeños mensajes para darme la más profunda alegría que puede recibir quien pone por escrito un pensamiento: la de saber que hay alguien, en algún lugar, que agradece leerlo. Todos esos testimonios –los que me apoyan y los que me critican– me han ayudado a comprender mejor el mundo en que vivimos. Por eso merece la pena escribir.
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Mi agradecimiento |
Ya hemos votado
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Artículo publicado en El País (Internacional), el 8 de mayo de 2012
En los últimos dos años, al pueblo griego le han sido ya escamoteados dos importantes plebiscitos: uno, para pronunciarse sobre su deseo de someterse o no a un plan de rescate que ha hipotecado seriamente su presente y su futuro y que le ha obligado a contratar uno de los mayores préstamos de la historia de la humanidad (decisión que tomó el Gobierno de Papandreu sin siquiera la aprobación del pleno parlamentario); y otro, para elegir democráticamente un nuevo Gobierno tras la retirada de Papandreu, derecho que le fue canjeado por un Ejecutivo diseñado a conveniencia de los rescatadores y encabezado por Lukas Papademos.
Este domingo sí que hubo un referéndum, si bien es verdad que convocado de forma tan apresurada que, entre el cierre de las listas de partidos y el momento del voto, mediaron solo 17 días. Todo indica que era un referéndum pensado para propiciar el continuismo, mantener el statu quo y darle a la política que se viene haciendo un cierto marchamo de legitimidad democrática.No es que el tiro haya salido por la culata, pero algo no salió como estaba previsto. Dejando aparte el importante ascenso de la ultraderecha nazi —que pone de manifiesto que entre el electorado descontento hay mucha gente insolidaria, racista y manipulable—, el verdadero elemento de distorsión es ese segundo puesto alcanzado por la coalición de izquierda Syriza. Este partido ha capitalizado el voto pragmático de buena parte de los disidentes del dogma político de la austeridad y los rescates. Ha dado una razonable opción de voto a los muchos ciudadanos conscientes que protagonizaron las más de 2.000 movilizaciones que han tenido lugar en los dos últimos años. Veremos ahora qué margen y qué capacidad de acción le queda para tratar de subvertir esta política y de enviar un contundente mensaje a Europa.
Estando las cosas como están, con tantas y tantas movilizaciones, con un 28% de la población bajo el umbral de la pobreza, con el cierre de decenas de miles de empresas, con un paro que aumenta vertiginosamente cada día, con una deuda que crece a base de intereses sobre intereses, con una soberanía cada vez más débil, con un Estado social y de derecho desmantelado para pagar la deuda de la especulación y los desmanes de la clase política..., la gran derrota de estas elecciones es que la disidencia frente a todo esto no haya sido capaz de organizarse a tiempo en un frente común antirrescate, no haya sido capaz de trazar una línea de mínimos que permitiera la unidad para conquistar democráticamente el Gobierno.
Por desgracia, para poder subvertir este sistema perverso, la sociedad tiene que radicalizarse más en sus convicciones, hacerse más política en el sentido participativo, y, sobre todo, superar la mera condición de súbdito para acceder a la de ciudadano, a la de portador activo de la esencia política de la democracia. Ya el viejo Solón, el padre de la democracia ateniense, dispuso con acierto retirar los derechos políticos a aquellos ciudadanos que no se implicaran en las cuestiones públicas y se quedaran en su casa esperando con indolencia a ver quién gana.
Un caso más
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Esta historia, deliberadamente, no refiere nombres ni apellidos. Pero está claro que los tiene, ¡vaya si los tiene!
Hace año y medio, contratamos a una joven emigrante para que hiciera de niñera de nuestros hijos. Aunque la situación económica es terrible, necesitamos su ayuda para poder trabajar. Venía de Santo Domingo y llegó a Grecia como tantos otros, cruzando a pie una noche el río que la separa de Turquía. Como en la desgracia todavía hay clases, se hizo pasar por somalí para evitar ser deportada. La policía la detuvo en el campo y la soltó días después en el centro de Atenas, en los guetos que los políticos han ido creando y que ahora quieren "limpiar". Nosotros le encontramos una vivienda digna cerca de nuestra casa y le ofrecimos una paga mensual de 560 euros por media jornada. Con eso –cinco veces más de lo que cobraba en su país cosiendo a destajo para una transnacional– ha estado manteniendo a los niños que dejó con sus parientes para venir furtivamente a cuidar a los nuestros.
Pero toda vida necesita horizontes, y ahora nuestra niñera de media jornada se ha ido a probar fortuna a España. Nosotros, apretados también por la situación, decidimos buscar una nueva por menos horas para pagarle sólo 480. Y todo va bien, porque de boca en boca, sin poner siquiera un anuncio, en dos días nos han llamado ocho personas, griegas, desesperadas, dispuestas a cuidar a los niños y a hacer también la casa y la cocina por menos dinero. Nosotros no queremos explotar a nadie. Necesitamos ayuda y, si podemos, queremos ayudar. Y ahora que la niñera emigrante se ha marchado, por el mismo dinero, hemos llamado a alguien que lo necesita, a una puericultora griega, experta pedagoga, que además conoce a los niños: la directora de su escuela. Día a día, a conciencia, nuestros amos han ido construyendo en Grecia un nuevo paraíso laboral para el capitalismo.
Numa
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La tarde va cayendo, ya han acabado los desfiles y el gobierno respira aliviado. Ha sido necesario un despliegue policial sin precedentes en la Grecia democrática para que los gobernantes actuales se sintieran seguros viendo desfilar a los estudiantes en el Día de la Independencia. Aun así, en muchas ciudades –como Heraclio, Patrás, Larisa o Corfú–, los políticos no se han atrevido a aparecer. En otras, ni siquiera se instaló la tribuna. Y en Heraclio de Creta llegó a suspenderse el desfile, disipando al poco público asistente con gases lacrimógenos.
En todas partes, se oyeron voces en contra de los planes de rescate y muchos estudiantes volvieron a otro lado la cabeza al pasar desfilando ante la tribuna de autoridades. En Patrás, hubo huevos y cafés que fueron a estrellarse contra los cascos y los escudos de la policía. También hubo gases lacrimógenos y más de 30 detenciones, y no asomó la cara ningún representante del gobierno ni ningún diputado. En todas partes hubo "detenciones preventivas" y controles de documentación a transeúntes sospechosos. Y en Corinto, una marcha silenciosa de ciudadanos se atrevió a cerrar el desfile portando una pancarta con la consigna "Resistid".
Pero el meollo de la cuestión estaba en Atenas, donde, en una tribuna a la que nadie podía aproximarse, se encontraban el Presidente de la República, el Primer Ministro, los ministros del gobierno en pleno y la plana mayor militar (recientemente renovada a conveniencia del gobierno). También había 4.000 policías a pie, furgones en todas las esquinas, agentes de paisano, fiscales preparados para instruir diligencias "in situ" y un helicóptero de las fuerzas de seguridad sobrevolando las avenidas cortadas que confluyen en Sintagma, donde desde ayer se hicieron controles a transeúntes y detenciones preventivas. Todo un fiel retrato del "gobierno legítimo" que dirige el país y de su confianza en el pueblo que le confiere la soberanía.
Cuenta Plutarco que, cuando, a la muerte de Rómulo, los antiguos romanos y sabinos decidieron elegir de mutuo acuerdo al más probo de los hombres para hacerlo su rey, pensaron en Numa, y fueron a buscarlo a los bosques sagrados donde solía retirarse a pensar. Y que cuando lo hallaron y, cediendo a los ruegos del pueblo, aceptó la dignidad de rey, lo primero que hizo fue disolver la guardia personal de 300 lanceros que había instituido Rómulo, porque, a su modo de ver, no tenía sentido mantenerla, pues no hallaba razón para desconfiar de quienes venían a confiar en él, ni razón para reinar por la fuerza sobre un pueblo que no confiara.