Hace apenas dos días, en un controvertido referéndum –celebrado en un clima de miedo y extorsión, con los bancos cerrados como medida de presión y con unas colas en los comedores de beneficencia mucho más largas e inadvertidas que las de los cajeros automáticos–, la sociedad griega se pronunció en contra de la firma del nuevo paquete de préstamos y medidas de austeridad con un rotundo NO. El gobierno de Tsipras buscaba respaldo para negociar y ha recibido un empujón tan fuerte que ha quedado aturdido.
Aunque la política de este gobierno ha sido siempre de reforma –nunca de ruptura– y declaradamente decidida a permanecer en la UE y en la Eurozona para intentar “cambiarlas desde dentro”, se supone que, tras el inequívoco mensaje del referéndum del domingo, iría a combatir el lunes, con fuerzas renovadas, la intransigencia proverbial de las “Instituciones”. El gobierno griego tiene ahora en su mano varias cartas muy fuertes: el 61% de NO consolidado mediante referéndum, la declaración del FMI sobre la inviabilidad de la deuda si no se procede a una importante quita, la reciente declaración de expertos en Derechos Humanos de la ONU (30/6/2015) sobre la violación de lo dispuesto en la Carta de Naciones Unidas (Art. 103) y en la Convención de Viena sobre el Derecho de los tratados (Art. 53) por parte del Acuerdo de Préstamo y de los memoranda de la Troika, y el informe de la Comisión de la Verdad sobre la deuda griega –constituida a instancias del propio gobierno y presidida por Eric Toussaint–, que concluye que, en un altísimo porcentaje, la deuda es odiosa e ilegal.
Tras la estentórea negativa del referéndum del domingo, lo esperable es que el gobierno griego cogiera éstas y otras cartas y fuera al Eurogrupo a defender con la cabeza alta los derechos y las necesidades de una población depauperada y esquilmada sistemáticamente durante los últimos cinco años. Sin embargo, a la mañana siguiente del referéndum, el ministro Varoufakis se inmola en aras de un rápido acuerdo, el gobierno de Tsipras le sirve al Eurogrupo la cabeza de su más incómodo interlocutor, ocupa su cartera un nuevo ministro de tono moderado, se convoca urgentemente una cumbre de líderes políticos griegos para acudir al Eurogrupo con una propuesta consensuada con los partidos “pro-rescate”, y se llega finalmente a la mesa de las negociaciones sin siquiera un texto escrito que fije claramente la nueva propuesta de Grecia. Algo raro esta pasando, y en cuestión de horas. Esperemos que el gobierno de Tsipras no se equivoque peligrosamente al interpretar la voluntad política expresada el domingo en su sorpresivo referéndum.